¡Hemos vuelto a visitar las cajas nido de Corullón! Resumen anual y balance del proyecto.

Como cada año, y ya son cuatro, subimos a limpiar y reparar todas las cajas que desde el 2015 cuelgan de los árboles que bordean las viñas en tres parcelas que la bodega D.J. Palacios, ha seleccionado para llevar a cabo este proyecto, una de ellas de reciente plantación.

Pertrechados con las distintas herramientas para su mantenimiento, caminamos ilusionados por las empinadas laderas y disfrutamos viendo la evolución de las viñas. Siempre con cuidado de no pisar las cepas pero incapaces de desviar la mirada del fantástico paisaje que las sostiene.

Verdes, marrones, naranjas y amarillos se despiertan despacio entre la niebla matutina que poco a poco y perezosa, desaparece engullida por un sol de otoño que estimula y desentumece los sentidos y los huesos a partes iguales.

Un año más subimos ansiosos a cada árbol, liberamos la tapa de sus alambres y miramos expectantes el interior de cada caja como si de un regalo sorpresa se tratara. Y siempre hay sorpresas dentro. 

Guapísimos nidos de musgo, mullidos y acogedores, todos con la misma estructura pero siempre únicos. Unos esconden numerosos pelos de jabalí o de otros animales, otros lana de multitud de colores, hierba o pequeñas plumas que, con más o menos esmero, han ido colocando sus habitantes la pasada primavera, dejando todo listo para iniciar el ciclo de reproducción.

Esta vez hemos venido más tarde de lo habitual, los nidos no se ven tan lustrosos y frescos como otros años y la humedad y el tiempo han desgastado los colores y deteriorado el colchón de musgo. Encontramos más excrementos y también algunos insectos. Hormigas, chinches y de vez en cuando tijeretas y arañas visitan y aprovechan las cajas, libres ya de polluelos tras el periodo estival.

En el recuento de nidos observamos que este año es la primera vez que disminuye un poco el porcentaje de ocupación, hemos encontrado 17 nidos bien conformados dentro de las 23 cajas, algunos de ellos (cuatro) aún con uno o dos huevos sin eclosionar, también algún pequeño esqueleto. 

Hasta ahora la ocupación siempre había ido en aumento hasta alcanzar el 87% en el 2017, es decir, sólo tres cajas sin nido. Este año ha bajado al 74%, seis cajas sin ocupar. Ha disminuido un poco, pero pensamos que no está nada mal y aún es pronto para determinar si entra dentro o no de la variación normal que puede darse tras considerar instaurada y estable la presencia de aves insectívoras en estas parcelas. 

Resumen de ocupación desde el inicio del proyecto de cajas nido en Corullón.

De esas 6 cajas consideradas sin ocupar, tres no tenían ningún indicio de actividad relacionada con páridos sino por insectos (cajas 7, 8 y 9). Justamente esas cajas son las que más parecen haber sufrido el paso del tiempo. Una grieta en la tapa de una ellas ha dejado pasar demasiada humedad, muy presente este año, y en alguna otra se ha soltado la goma o la clavija que la sujetan y que ayudan a cerrar la caja.

Las otras tres (cajas 11, 14 y 24) sí tenían musgo, lo que podría confirmar la presencia de aves insectívoras en su interior y también el intento de nidificación, pero la escasez del mismo nos hizo descartar la posibilidad de que ésta se llevase a cabo. Observamos además que tres de estas seis cajas solamente han sido ocupadas un año y pensamos que quizás su ubicación no es la mas adecuada.  

Haciendo un balance desde el inicio del proyecto, creo que podemos afirmar que, aún con el pequeño descenso de este año, carboneros comunes y otros páridos son ya vecinos de pleno derecho de Corullón. Se han enamorado de su paisaje, lo han elegido para establecerse y reproducirse cada año y su presencia es ya familiar para todo aquel que vive, trabaja y es feliz entre sus viñas, al igual que ellos lo son.


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