Congreso en Dornach.

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Sé que no descubro nada diciendo que el azar o las coincidencias son caprichosas, incluso si me refiero al pensamiento, la lectura, los sentimientos, etc.

Llevo unos años cuidando las caballerías que nos ayudan a que las viñas estén bien mantenidas, intentando ser, lo que a mi me gusta llamar, un granjero; podéis imaginar la relación tan estrecha que se llega a crear, sobre todo desde hace tres años que vivo en la propia granja. Por otro lado, llevo mucho tiempo también, con la idea de tener otros animales, de empezar con unas gallinas, que en principio no requieren mucha “mano”, para, poco a poco, ir incluyendo unas cabras, unos gochos, y poder llegar a tener un día una vaca. ¡¡Y no me olvido de las abejas!! Todo esto con la idea de ir conformando una granja mas o menos completa, por la admiración que me produce la tierra, lo que se puede cultivar y criar gracias a ella, y también para alimentarme de la mejor manera que se pueda imaginar, cultivando, recolectando, criando e incluso cazando tus propios alimentos.

Desde un principio me inquietó el saber si iba a poder llega a ser capaz de matar, o sacrificar, a mis propios animales, a esos cabritinos o terneros, que inevitablemente habrá que matar aunque me convierta en vegetariano. Tampoco me gusta mirar hacia otro lado, como hacía, de una manera algo infantil, un gran amigo del que aprendí mucho y que vivió una buena temporada aquí en el Cando. Él quería ser cabrero, pero no quería matar ningún animal, en todo caso regalarlos a personas que no los matasen, o ir incrementando la cuadra. Cosa bastante improbable en el caso de las cabras, ya que los machos, a no ser que quieras tener un santuario de animales tan loable como este +info, tampoco son el animal de compañía soñado por la mayoría de las personas.

Si quieres tener animales, hay que asumir ciertas cosas, y la muerte es inherente a la ganadería; el maltrato o el descuido nunca. A pesar de ser una situación angustiosa, cuando tuve que poner inyecciones a caballos o perros, para que muriesen, por ser viejos y apenas poder levantarse, lo hice yo mismo, impidiéndoselo al veterinario, acompañándoles hasta ser enterrados. Pero otro asunto es matar siendo “jóvenes” o prácticamente crías.

 

Con estas ideas rondándome por la cabeza, y de alguna manera, ayudando a retrasar la evolución, que para mi es lógica, en mi devenir como persona que vive en un ambiente rural, he ido conviviendo durante bastantes años; pero últimamente las coincidencias se han ido sumando y han terminado por dirigirme de una manera casi inevitable a Dornach, al congreso anual de agricultura biodinámica que se realiza en el Goetheanum, el centro neurálgico de la antroposofía y por lo tanto de la agricultura biodinámica.

 

El tema de este año, ya me resultó llamativo cuando nos lo propusieron el año pasado en aquel congreso sobre las abejas +info, que dio lugar a la reunión que hicimos en Corullón: ¿Cómo podemos acompañar a los animales con dignidad en el futuro? +info

 

Había pensado en hacer una cronología de coincidencias, como me habían llegado a las manos los libros, documentales o ideas, también de hablar del espacio o el tiempo en que han ido surgiendo, pero me iba a eternizar, así que hago una lista y comento un poco sobre estos elementos del azar. Ya saben las personas a las que tengo que agradecer que me los hayan mostrado, gracias.

 

Justicia salvaje, la vida moral de los animales; de Marc Bekoff y Jessica Pierce.

Este libro sugiere, a través de numerosos tratados y estudios científicos, que la moralidad de los animales ha ido evolucionando como lo sigue haciendo la del humano. Defienden que los animales sienten empatía unos por otros, se tratan con equidad, cooperan para conseguir objetivos comunes y se ayudan entre sí cuando tienen problemas, defienden en suma, que tienen moral.

Cita al psicólogo Victor Nell, que afirma que la crueldad es un comportamiento exclusivo de los homínidos. La crueldad (del latín crudelem, moralmente crudo) es la imposición de dolor físico o psicológico a una criatura viviente; su rasgo más repugnante y desconcertante, es el frecuente disfrute de los perpetradores”.

Desarrollando muchos e interesantes aspectos bajo los temas de cooperación, empatía y justicia, en definitiva intenta demostrar el porque los seres humanos deberíamos estar orgullosos de pertenecer al mundo animal.

 

Calibán y la bruja, de Silvia Federici.

Un libro esencial para entender como se forjo el Estado moderno, incide en lo equivocados que nos tiene la historia que nos están intentando transmitir, diciendo, entre otras cosas, que quizás la edad media no fue tan oscura, que el devenir del capitalismo estuvo basado en el sexismo y también en el racismo, o que la acumulación originaria exigió la derrota de movimientos campesinos y urbanos creando una masa de fuerza de trabajo denigrada, especialmente en el caso de las mujeres, súbditos coloniales, descendientes de esclavos, etc.

En uno de sus pasajes, critica el pensamiento de Descartes en relación a la naturaleza mecanicista de los animales y cuenta que la concepción que había prevalecido durante la edad media y hasta el siglo XVI, era muy distinta y que eran considerados seres inteligentes, responsables, con una imaginación particularmente desarrollada e incluso con capacidad de hablar. En muchos países de Europa se juzgaba a los animales, y a veces eran ejecutados públicamente por crímenes que habían cometido. Se les asignaba un abogado, y el proceso –juicio, condena, ejecución.- era realizado con todas las formalidades legales. El último juicio a un animal en Francia, tuvo lugar en 1845. A los animales también se les aceptaba en la corte como testigos, un hombre que había sido juzgado por asesinato, compareció ante la corte con su gato y su gallo, en su presencia juró que era inocente, fue liberado.

 

Meat, A benign extravagance, (Carrne, una extravagancia benigna) de Simon Fairlie.

Editor de la revista inglesa The Land, mi favorita de agricultura, la cual suscribe que las raíces de la justicia, la libertad, la seguridad ciudadana y la democracia se basan, no tanto en el acceso al dinero o a las urnas, sino en el acceso a la tierra y sus recursos. Fairlie empezó a escribir el libro recogiendo diferentes ensayos propios extraídos de The Land y otros medios, intentando buscar una explicación a sus dudas con respecto a la sostenibilidad y justicia medioambiental de su forma de vida, le gusta comer carne y cuidar del ganado.

 

Como documentales podría empezar recomendando el que pusimos en un Ateneo Rural hace unos años, Meat the truth y otros muchos que han sido bastante habituales estos últimos años como Food Inc. Pero quería destacar Pig Business y el importante movimiento que le ha seguido materializado en Farms No Factories o la campaña The pig pledge, que podríamos traducir como el compromiso con el cerdo, o algo así.

El haber coincidido con algunos ganaderos, como Julio Arroyo, el cual incluía comer sus animales como final del ciclo, después de haber sido vegetariano muchos años, me alentaba en mi postura, nunca muy clara ni definida; por otro lado he conocido últimamente el “especismo”. también la rama más contundente del veganismo, en la cual tampoco cabe el trabajar con animales de tiro, o incluso asevera que es mas cruel matar a los animales que cría uno mismo. También, y sin exagerar, el paso de los años y algunos problemas gástricos, obligan a cuidarse; el propio cuerpo te va guiando hacia una alimentación menos basada en grasas. Con todo esto rumbando, decidí volver a Dornach, a pesar de haber planteado, en principio, ir cada dos o tres años, esta vez repito; ya seguiré contando, no creo que saque conclusiones definitivas, pero seguro que resulta de utilidad y aprendizaje.

Titín, 25 de Enero 2015, Granja Cando, Corullón.

 

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