Ateneo Rural, 1 de Febrero.

 

 La región agropolitana. 

Las relaciones campo – ciudad en la sociedad contemporánea.

Jaime Izquierdo presenta su último libro «La casa de mi padre».

 

 

 

 

 

 

Este próximo viernes, tenemos la suerte de contar con la presencia de Jaime Izquierdo Vallina, presentando su ultimo libro: «La casa de mi padre» y hablando del concepto presentado en el anterior: «Asturias, región agropolitana»; en sus palabras: «La propuesta agropolitana pretende la superación de los principios de gestión espacial estrictamente metropolitanos, basados en la concentración de actividad económica en el centro y en la desconsideración por los suelos rústicos periurbanos; la integración ambiental de la agricultura intensiva e industrial y la rehabilitación de los conocimientos agroecológicos esenciales para manejar los paisajes y la biodiversidad de los inexactamente denominados «espacios naturales».

Esta nueva perspectiva nos obliga a repensar, a renegociar, las relaciones contractuales tácitas que ambos sistemas, la ciudad y el campo, han mantenido en el pasado industrial y que ahora se nos antojan obsoletas, y nos obliga también a sacar partido a lo mejor del campo y la ciudad: dos extraordinarios inventos de la genialidad humana que necesitan acomodo y maridaje en una sociedad posindustrial global y local. En la sociedad posindustrial y agropolitana que tratamos de definir la agricultura puede expresarse a través de tres escenarios: la agricultura urbana, la industrial y la campesina, y a través de tres profesionales: los agricultores urbanos, los rurales y los ecocultores.

 

Su ultimo libro, a medio camino entre la novela y el ensayo, propone una herramienta multiusos que sirve a todos los implicados en el mundo rural; a través de la historia de Gerard Enterría, un joven ingeniero de sistemas francés, hijo de un campesino español emigrado a Burdeos en los años sesenta del pasado siglo XX, que tras la muerte de su padre se enfrenta al compromiso adquirido en el documento de últimas voluntades: no abandonar a su suerte la casa familiar, el eslabón fundamental de su linaje, lo único que, según su padre, “puede mantener a los Enterría con los pies en la tierra”.

 

Gerard decide regresar al pueblo (San Esteban de Cuñaba, en los Picos de Europa) e implicarse en la rehabilitación de la economía campesina para tratar de evitar lo que parece, solo parece, inevitable: que desaparezcan de nuestra memoria las miles de casas, pueblos, aldeas, tierras y montañas de las que salieron emigrados nuestros padres para buscarnos un futuro mejor.